Primera parte

Encuentro

Capítulo 1
Martes, 20 de marzo de 1999
Apola estrelló el puño contra el tablón de su escritorio. En la caseta de obras los altavoces conectados con la galería temblaban al transmitir el estruendo de la poderosa sacudida de la tuneladora, quinientas catorce toneladas de acero que se estremecían bruscamente bajo sus pies.
—Otra vez ha saltado la alarma, señor Apola. ¡Una nueva galería!
La voz del jefe de obras a través del interfono tenía el sonido metálico de las comunicaciones ficticias. Mientras los ojos del ingeniero Juan Apola escrutaban las pantallas de los ordenadores del control central de las obras situado en una explanada a orillas del paseo Imperial, cerca de la antigua estación ferroviaria del mismo nombre, el subordinado que le hablaba, el capataz Ignacio Planas, permanecía en el interior de la gigantesca excavadora, a más de veinte metros bajo tierra, justo debajo de los jardines del Campo del Moro en el Palacio Real de Madrid.
—Esta vez parece un pasadizo que se dirige hacia los sótanos del Palacio –aclaró el capataz.
— ¡No toquéis nada! –ordenó el ingeniero. Ahora bajo.
Tras un último vistazo a los datos del ordenador, Apola buscó el casco, la gabardina amarilla, la linterna, se puso unas botas de goma y se dirigió hacia la boca del túnel para descender al subsuelo de los jardines del Palacio.
Veinte metros por debajo del Campo del Moro, doce de los quince hombres que componían el equipo de trabajo del ingeniero Apola atornillaban las últimas dovelas de hormigón a la tierra que las circundaba. Las enormes piezas, cada una con su particular forma y tamaño, diseñadas previamente en modernas computadoras, se ensamblaban a la perfección unas con otras, conformando un túnel perfecto y avanzando al mismo tiempo que el escudo de la tuneladora horadaba las entrañas de los jardines reales. El ingenio, más de mil millones de pesetas de moderna maquinaria destinados a la construcción de la nueva línea subterránea del ferrocarril, era una réplica mecánica de la lombriz de tierra en muchos aspectos; ya fuera en su avance –siempre ondulante, sin que ningún anillo se moviera antes de que se hubiera colocado el anterior-  como en el desecho de los desperdicios, que en este caso se hacía por medio de una cinta transportadora.