Capítulo 1

Villa de Madrid, septiembre de 1613

 

Su cabeza estaba a punto de reventar. Los golpes que incansablemente daban en la puerta parecían puñetazos que en cualquier momento podían trasportarle al mundo de la locura. No sabía qué hora era, ni le importaba. Lo único que quería era continuar durmiendo, pero había alguien dispuesto a impedírselo. En un acto reflejo palpó el vencido colchón sobre el que estaba tumbado en busca de una almohada. Cuando la encontró, tiró enérgicamente de ella y se tapó la cabeza en un intento absurdo de volver al paraíso de sus sueños de borracho.

Los golpes continuaron. No una ni dos veces, sino muchas más, o al menos eso le parecía por el eco que retumbaba en el interior de su cabeza. El ruido era tan insistente que, por mucho que se empeñara, no podía seguir durmiendo. Aún así se negaba a abrir los ojos. Le daba miedo hacerlo, temía que si lo hacía se iba a encontrar con un espectro del Averno, como los que se la aparecían alguna noche que se había propasado con la bebida.

Uno, dos, tres… los porrazos se repetían, ya no como un martilleo sino con un gigantesco tambor de Semana Santa marcando el caminar de los penitentes. Le habían despertado, así era imposible retomar el sueño, pero él continuaba negándose a abrir los ojos; evidentemente ni se le pasaba por la cabeza levantarse y abrir la puerta. Casi por insisto reagrupó el desbordamiento de sus carnes y se aferró, todavía con más fuerza, al almohadón que le servía de escudo. Fue en ese momento cuando cesaron los golpes, pero comenzaron los gritos.

-¡Don Francisco…!